Octubre 2024
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Piden la restitución de las momias halladas en Llullaillaco

El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, respaldó el reclamo de restitución a las comunidades originarias de las momias de un niño, una niña y una adolescente de más de 500 años, hallados en el Volcán de Llullaillaco, provincia de Salta, recientemente declarado «sitio sagrado» por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).

«Apoyo para que sean restituidos los antepasados (de esas comunidades), que los antepasados puedan volver a sus comunidades y lugares de origen. Entiendo que deben tomarse cuidados con la conservación de esos restos, pero apoyo que se pueda llegar a una solución conveniente para todos», expresó Pérez Esquivel en un video difundido hoy por Marco Bufano, fotógrafo del colectivo Guías (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social), quien registra apoyos para las comunidades en lucha.

El 13 de junio último, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) declaró «Sitio sagrado» al Volcán Llullaillaco, en la Cordillera de los Andes, en Salta, donde en 1999 fueron hallados los cuerpos congelados de un niño, una niña y una adolescente de más de 500 años y cuya restitución piden las comunidades originarias desde el mismo año.

La resolución del INAI fue firmada por su presidenta, Magdalena Odarda, y destaca que el centro ceremonial Llullaillaco es «uno de los más importantes del continente, cuenta con un cementerio comunitario a 4.900 metros de altura, con un camino que incluye edificios que van desde la base hasta la cima, constituyéndose en un centro de ofrendas único en el país».

En 1999, fueron hallados en el santuario más alto del mundo, a 6.730 metros de altura, los cuerpos de a quienes luego se llamó «Los Niños del Llullaillaco», en perfecto estado de conservación, a pesar que datan de más de 500 años.

Se trata de un niño de 7 años, a cuya momia se conoce como «El Niño»; una niña de 6 llamada «La Niña del Rayo» y el cuerpo de una adolescente de 15 años, a quien se designó con el nombre de «La Doncella».

Junto a ellos se encontraron medio centenar de objetos en miniatura de oro, plata, plumas, textiles y cerámicas.

Las comunidades originarias piden desde 1999 la restitución de las momias, que son exhibidas en la actualidad en el Museo salteño de Arqueología de Alta Montaña (MAAM), inaugurado en 2004 especialmente para albergar las tres momias.

El antropólogo del INAI, Fernando Pepe, destacó a esta agencia el respaldo de Pérez Esquivel y recordó que «el apoyo de los premios Nobel de la Paz a las restituciones comenzaron con el pedido de Nelson Mandela en 1994 a Francia por la restitución de Sara Baartman, mujer de la etnia khoi, conocida como ‘La Venus hotentote’, fallecida en 1815 prisionera de los científicos franceses de la época, que luego la embalsamaron y exhibieron. Finalmente en 2002 el reclamo de restitución de Mandela se concretó a Sudáfrica».

«Y en Argentina ya en el año 2001 Adolfo Pérez Esquivel apoyó y participó activamente de la restitución de Panguitruz Güor (Mariano Rosas) desde el Museo de La Plata a las comunidades Ranqueles de La Pampa», precisó.

Remarcó que «Adolfo siempre apoyó las luchas de las comunidades originarias y ahora suma un nuevo granito de maíz en su larga lucha por la defensa de los derechos humanos. Para nosotros es un honor tremendo transmitir este apoyo, desde el INAI, a las comunidades en lucha por la restitución de sus ancestras y ancestros».

«Estos apoyos son muy importantes para visibilizar y concientizar en materia de Derechos Humanos y en derecho indígena. También nos enseñan a ver a las comunidades indígenas como hermanos y hermanas de nuestros pueblo, ya no como objetos de museos de un pasado remoto», concluyó.

Sobre la historia, la web del Museo de Alta Montaña publica:

SALA LLULLAILLACO

Durante los meses de febrero y marzo de 1999, en el marco del Proyecto «Santuarios de Altura de los Andes del Sur», se realizaron investigaciones y excavaciones científicas en el volcán LLullaillaco de 6.739 metros de altura y ubicado en el departamento de Los Andes, al oeste de la provincia de Salta. Forma parte de la cordillera occidental andina y es una de las altas cumbres que fue utilizada por los geógrafos para marcar el límite internaciones con Chile. Estas investigaciones y excavaciones fueron dirigidas por el Dr. Johan Reinhard y la Dra. Constanza Ceruti, quienes coordinaron un equipo conformado por catorce personas entre montañistas y arqueólogos.

El complejo arqueológico del volcán, comprende diversos sitios asociados a un camino y distribuidos desde la base hasta la cima. Sobre las laderas de la montaña, en diferentes cotas altitudinales, existen conjuntos de estructuras con distintas funcionalidades que sirvieron probablemente como campamentos intermedios para la ascensión a la cumbre. 

En la cima secundaria a 6.730 metros se localiza un conjunto arquitectónico conformado por dos recintos conocidos como “chozas dobles”, una estructura semicircular abierta denominada “paraviento” y un tramo de camino que conduce a una estructura rectangular o “plataforma ceremonial” que debió ser utilizada para la realización de la ceremonia Capacocha.

Fue en esta plataforma ceremonial sobre elevada que en su interior se encontró la ofrenda  de tres niños junto a objetos que conformaban su ajuar funerario. Los grupos de ofrendas a los dioses, se encontraban en diferentes profundidades y cada uno de ellos poseía un significado y mensaje especial.

La Doncella: era una joven que tenía alrededor de 15 años de edad cuando fue ofrendada en la cima del volcán Llullaillaco. Lleva un vestido ajustado con una faja decorada con motivos geométricos, cubre sus hombros un manto o lliclla sostenida por un tupu de plata, su rostro está cubierto con pigmento rojo y sobre su boca se observan pequeños fragmentos de hoja de coca, posiblemente, haya sido una “virgen del sol” o aclla, educada en la casa de las escogidas o aclla huasi, lugar de privilegio para determinadas mujeres en tiempos del incanato.

La Niña del Rayo: era una niña de seis años de edad, fue hallada en posición sentada con las piernas flexionadas y lleva puesta la típica vestimenta incaica.   

El Niño: de aproximadamente 7 años de edad,  lleva accesorios lujo en el vestido, esta vestimenta era privilegio sólo de los hombres, entre sus adornos se encontraban suntuosos pectorales, brazaletes confeccionados en oro, plata o aleaciones de cobre doradas.

La Capacocha fue una de las ceremonias más importantes del calendario ritual incaico en donde a través de este, se equilibraba el cosmos, estableciendo una relación de reciprocidad con los dioses, antepasados y huacas, quienes retribuían al Inca y al pueblo con abundancia, fertilidad, éxitos en las cosechas, superación de crisis políticas, económicas sociales y climáticas.

Según el relato de los cronistas, el ritual de la Capacocha se iniciaba en el Cusco, lugar donde se reunían comitivas con representantes y funcionarios estatales, sacerdotes, niños y sus familias enviados de las cuatro direcciones del Tawantinsuyu. Generalmente, se elegían niños destacados de sus comunidades y algunas veces, hijos de curacas o jefes locales.

A través de las ofrendas y los simbolismos implicados en la Capacocha, se unían espacios sagrados y se reforzaban los lazos entre las distintas etnias y el estado, como así también entre los hombres y los dioses.

Los diferentes objetos que acompañaban a los niños del Llullaillaco fueron manufacturados con sumo detalle por artesanos especializados dedicados a confeccionar las ofrendas para las deidades.

Los elementos que componen el ajuar mortuorio de los niños en donde predomina una gran diversidad de materias primas, colores, formas y significados que representaban en miniatura al mundo Inca, fueron confeccionados con materiales provenientes de distintas regiones.

Entre los diferentes elementos se pueden destacar un conjunto de estatuillas antropomorfas femeninas confeccionadas en oro y spondylus vestidas con finos textiles y accesorios característicos de la elite incaica pertenecientes al ajuar de la Niña del Rayo. Se destaca la diversidad de diseños y colores en la composición de la vestimenta y en los tocados, denotando probablemente la diferenciación étnica y el alto rango de las mujeres representadas.

También se puede observar hondas o huaracas de variadas dimensiones confeccionadas en lana de camélidos  correspondiente al ajuar del Niño y se encuentran asociadas al mundo masculino y evidencian diversos usos prácticos y simbólicos.

Se muestra además un tocado ceremonial femenino perteneciente al ajuar de la Doncella que se encuentra confeccionado en lana de camélido y cubierto con plumas blancas engarzadas. Su uso ostentaba rol y posición social, proyectando las características divinas de las aves por su relación con el mundo celestial.

También es importante mencionar entre otros cientos de objetos, a los calzados cerrados (polcos) que se manufacturaban con cueros generalmente de camélidos. Su confección era muy fina y fueron utilizados principalmente en ceremonias y ofrendas. Según la creencia inca, para poder ingresar en un lugar sagrado las personas debían descalzarse y, el hecho que los niños ofrendados estén calzados podría sugerir su status divino.

A fines de 1999 el Museo de Antropología de Salta asumió la responsabilidad del cuidado y conservación del patrimonio arqueológico proveniente del volcán Llullaillaco y es por eso que hoy, a través de la conservación y presentación de los niños del Llullaillaco y del conjunto ceremonial, podemos acercarnos a un pasado que se materializa en la memoria, la identidad y en los saberes ancestrales de la cosmovisión andina, logrando unir espacios y tiempos milenarios.

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