Momentos de mucha emoción se vivieron en el abierto de los Estados Unidos cuando por la 3ra ronda del cuadro femenino se despidió para siempre del tenis de manera activa la gran Serena Williams.

Y no podía despedirse en un partido cualquiera. Fue una batalla entre dos jugadoras que dejaron todo en la cancha. En un encuentro que duró poco más de 3 horas y en el que finalmente la australiana Ajla Tomljanovic ganó por 7-5/6-7 (7-4 en el Tie Break) y 6-1.

Lo luchó hasta el final, con un gran tenis, con la fuerza que la caracteriza, pero después de tantos minutos, sintió el esfuerzo en toda su enorme anatomía y sucumbió en el último set no sin antes venderle cara la derrota en un último game que duró 15 minutos.

Fue el fin de una carrera brillante en donde ganó 23 Grand Slams y estuvo 319 semanas como número 1 del mundo.

Fue justamente el torneo de Estados Unidos el primer Grand Slam que ganó con tan sólo 17 años y después de solo dos temporadas como profesional.

Después de su irrupción en el circuito ya nada fue lo mismo. La revolución que impuso se basó en mentalidad ganadora al extremo, potencia física abrumadora y un control mental que despedazaba a sus rivales.

Fue su padre Richard el que inició esta historia, el que se obsesionó con ver a sus dos hijas en los más alto del tenis, un deporte que no conocía pero que se encargó de estudiarlo para inculcarle toda la sabiduría a dos pequeñas de 4 y 5 años que absorbieron toda la enseñanza que después volcarían a lo largo de todos los torneos que disputaron.

Con casi 41 años, su físico le impedía estar a la altura de las jugadoras más jóvenes, pero en su juego, en su calidad tenística, no la superó nadie, y esta noche quedó demostrado cuando la australiana tuvo que transpirar para poder cerrar el partido a su favor, ante un Arthur Ashe con casi 30 mil personas vibrando con el último suspiro de una verdadera campeona.

Se fue Serena Williams, grande como su juego, como su estilo, como su potencia, como su legado, como su reinado.