Septiembre 2024
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La historia del libro "Nunca más" con el que se basó la investigación para el juicio contra las juntas militares.

Con el auge por el estreno de la película “1985”, protagonizada por el ya célebre actor argentino, Ricardo Darín, se ponen de manifiesto citas, frases y datos revisionistas de un momento histórica para Argentina, y para Latinoamérica.

El juicio a la junta militar no sólo represento un acto de estricta justicia para quienes perpetraron siniestras atrocidades en nombre de una reorganización social, sino también, el darle crédito a las instituciones en un contexto de incipiente democracia.

Por estos días, se recuerda con mucha congoja y orgullo patriótico, la frase con la que el fiscal Julio César Strassera terminó su alocución en el alegato final por el juicio a la junta militar diciendo: “Quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que ya no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino, Nunca más.”

Se apoyó, no sólo desde el lenguaje sino sobre todo como fuente documental, en el Nunca Más, que fue el nombre que la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (CONADEP), había dado al informe que elaboró por orden del presidente Raúl Alfonsín. Cuentan que el responsable de bautizarlo fue el rabino Marshall Meyer, integrante de la comisión: “Nunca más”, les dijo el rabino a sus compañeros, era la expresión de los sobrevivientes del Gueto de Varsovia para repudiar la ferocidad nazi.

Ese informe se trasformó en libro, y al momento en el que el fiscal daba su alegato final, llevaba 200 mil copias vendidas.

Pero la contundencia del Nunca más no radicaba en sus ventas, que sí reflejaban el interés masivo por tener acceso al informe. La contundencia del Nunca más está en todo lo que documenta: un primer registro sobre 8.961 personas desaparecidas y 380 centros clandestinos de detención, acompañado de una advertencia. “Es inevitablemente una lista abierta”, detallaba el informe, y seguía: “Muchas desapariciones no habían sido denunciadas, por carecer la víctima de familiares, por preferir estos mantener reservas o por vivir en localidades muy alejadas de centros urbanos”.

El informe final que se volvió libro fue el resultado de una investigación compilada en más de 50.000 páginas por la comisión presidida por Ernesto Sábato y convocada por Alfonsín para que se documentaran los crímenes cometidos durante la dictadura de cara a su juzgamiento en tribunales civiles.

En el decreto presidencial número 187 que instituye la Conadep, del 15 de diciembre de 1983,  se establecía que sus funciones eran recabar pruebas y testimonios a remitir a la Justicia, averiguar el destino de las personas mencionadas e hijos sustraídos, denunciar intentos de ocultamiento y destrucción de documentos y elevar un informe a un plazo de 180 días. Y, sobre todo, que el “análisis del pasado no sustrajera los esfuerzos a afianzar la convivencia democrática.”

Setenta mil personas asistirían a Plaza de Mayo el 20 de septiembre de 1984 a la entrega pública del informe en Casa Rosada. Fue la única vez que todos los miembros del Conadep participaron de un acto del Nunca Más. Una vez que Sábato pasó el trabajo al presidente Alfonsín arrancaba  “después de la verdad, ahora la justicia”, que derivaría en la Juicio de las Juntas en 1985. Un día después, la presidencia dispuso que la Editorial Universitaria de Buenos Aires se encargara de la edición, aún hoy responsable desde la primera versión presentada el 28 de noviembre de 1984, y que tuvo incluso una masiva edición en fascículos con collage de León Ferrari en 1995.

En 2016, a 40 años del golpe, se presentó una nueva edición del libro, esta vez sin el prólogo de una década atrás, con una dura discusión entre el gobierno del presidente Macri y los organismos de derechos humanos.  La voz de la sociedad, la autonomía de un pueblo que persigue Verdad y Justicia, sigue latente en sus páginas.

El informe lleva 11 ediciones y lo recaudado de sus ventas se destina a un fondo para editar otros títulos vinculados a la defensa de los derechos humanos o a organizar actividades también con esos fines. Se tradujo al italiano, al portugués, al alemán, al inglés y al hebreo, entre otros idiomas, y tanto Brasil como Guatemala apelaron al lema “nunca más” para informes que describen crímenes contra los derechos humanos.

 

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