Octubre 2024

Tarde de nostalgias locales en la Feria del Libro Córdoba

Este lunes a las 17, la Feria del Libro Córdoba convoca a revivir una serie de recuerdos de aquella ciudad mediterránea que, en las décadas del 70’ y ‘80, aún soñaba con ser una de las capitales provinciales más importantes del mundo.
Ese operativo de rescate de tesoros del pasado será la esencia de la misión que intentarán, en el escenario de la carpa Daniel Salzano de la Súper Manzana de la Intendencia, los periodistas y escritores convocados a presentar el nuevo libro de Archi Londero, denominado Nostalgias Cordobesas, título de la obra que recupera una selección de columnas publicadas por el autor durante años en La Voz del Interior.
Del encuentro, que se realiza en el marco de las actividades por los 120 años ese diario, participarán los periodistas Florencia Ripoll (La Voz del Interior) y Guillermo Hemmerling (Cadena3) y el escritor Jorge Kasparian, quien comandará la aventura de internarse en la gracia de las memorias de Córdoba en un diálogo con el autor del libro.

Sobre el autor:

Archi Londero nació en Córdoba en 1965 y es autor de la saga Las Historias de Don Boyero, publicadas durante más de 10 años en La Voz del Interior y rescatadas en sus tres primeros libros, producidos por las editoriales Alción, Del Boulevard y Raíz de Dos.
Nostalgias Cordobesas, editado por Recovecos, es su cuarto libro, y allí se recopila una selección de columnas publicadas también en el diario que celebra sus 120 años con actividades especiales en esta Feria.

Sobre el libro:

Nostalgias Cordobesas ofrece una selección de mosaicos de múltiples formas y colores que evocan aquella Córdoba que aún se ilusionaba con ser la capital del mundo.
Tras haber recibido a la Fórmula Uno, fue subsede de un Mundial de Fútbol, la visitó un Papa que hasta se quedó a dormir, atesoraba obras del mismísimo Eiffel y logró dos equipos que llegaron a la final de un Nacional.
Los cordobeses estaban por dominar el planeta y disfrutaban de vivir en el centro de un país capaz de dar vuelta el planisferio para quedar en la cima del mundo.
Los relatos seleccionados en este libro evocan aquellos años inolvidables para varias generaciones de rodillas lastimadas y amores que entraban en una servilleta.
Tanto para locales como para extranjeros, estos textos resumen la esencia de una ciudad y una comunidad que sobrevivieron a la crisis aferrados a un manojo de ilusiones que en su mayoría aún resisten.


Extracto de un relato:

Cuando era niño, antes de que Galileo irrumpiera en nuestros manuales de estudio, la ciudad de Córdoba estaba en el centro del universo, ninguno de mis amiguitos lo discutía.
En esa ciudad mediterránea y tan bien llamada La Docta, en esa urbe que poseía los toques de fealdad justos como para ser la más linda, todos los personajes famosos del mundo eran cordobeses.
Nativos o por adopción, podían marcharse de gira, pero siempre volvían, al menos una vez al año, por lo general para festejar el Día de la Madre.
En esa Córdoba egocéntrica, Tita Merello vivía en el hotel Waldorf porque todas las noches cantaba hasta tarde en El Chantecler, donde Don Abraham y sus amigos la llenaron de aplausos cuando interpretaba Se dice de mí.
En esa Córdoba vertiginosa, Carlos Reutemann hacía picaditas con Niki Lauda en la ruta 20, desde el Banco del Interior y la Provincia de Buenos Aires hasta la entrada de IME.
En esa Córdoba infantil y divertida, el Capitán Piluso jugaba campeonatos de yo-yo con Carlitos Balá, mientras cantaban temas de Gaby, Fofo y Miliki, como La Gallina Turuleca o Mi barba tiene tres pelos.
Por entonces, los chicos íbamos de paseo en un auto feo junto a Pipo Pescador, que procuraba obtener mojarritas en La Cañada con una botella de sidra agujereada rellena de trocitos de pan.
En esa Córdoba fantasiosa, cualquier chico de mi edad podía tener un elefante en el patio, igualito al Dailan Kifki de María Elena Walsh, que podía convivir en la misma cucha con un E.T. o jugar a las escondidas con los Gremlins.
En esa Córdoba espectacular, los Titanes en el Ring peleaban jueves de por medio en el Sporting Club, donde Abbott y Costello divertían al público entre pelea y pelea para que el hombre de la barra de hielo pudiera pasar sin que los desubicados le invadan el pasillo principal.

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