Mayo 2025

Sinatra, traicionado y con el corazón roto: 70 años del primer álbum conceptual

Los extremos, muchas veces, se tocan. Ayer como hoy. En los comienzos de la industria moderna de la música y la venta masiva de discos, los cantantes “pop” —porque eran populares, así se consideraba a figuras como Billie Holiday o Ella Fitzgerald— se movían dentro de un negocio centrado, como ahora, en los simples: los famosos singles.

Hoy, los singles son los de Bad Bunny, The Weeknd o Emilia Mernes. Hace casi 80 años, Ray Charles, Miles Davis o Johnny Cash también crecían a partir de canciones sueltas. Pero Frank Sinatra hizo algo distinto: con In the Wee Small Hours rompió el esquema. No era una suma de temas, sino una obra completa. Y eso lo cambió todo.

Fue el primer álbum que no se limitó a ser una simple colección de éxitos. No nació de canciones previamente lanzadas ni de temas que ya sonaban en la radio o en las jukebox. Al contrario: las canciones de difusión surgieron después, a partir del álbum.

In the wee small hours, de Frank Sinatra: el primer álbum conceptual.In the wee small hours, de Frank Sinatra: el primer álbum conceptual.

Una receta compleja y paciente: un cuarto de una voz asombrosa, un orquestador sublime pero sutil, un repertorio de canciones que suenan clásicas sin caer en la nostalgia. Y, como ingrediente final, bátase con cuidado, con escalpelo y a fuego lento: un corazón destrozado.

El origen de In the Wee Small Hours: o «las canciones de Ava»

El LP, el Long Play, aquel formato rey —hoy resucitado por la nostalgia vintage— recién despegaba en los años 50. Tras la Segunda Guerra, empezó una contienda más pacífica: la de los formatos para llevar música al hogar en lado A y lado B. Ganó el vinilo de 12 pulgadas, girando a 33 ⅓ revoluciones por minuto. Marcaba el pulso de una nueva era. El mundo sonaba moderno, y la púa debía seguirle el ritmo.

En esa década, Frank Sinatra ya no era el de antes. O mejor dicho, los tiempos cambiaban demasiado rápido. Artistas más jóvenes como Elvis Presley, Bill Haley o incluso Louis Prima —un crooner de estilo más moderno— amenazaban su reinado, su elegancia cool y ese jopo irresistible para las mujeres.

Ni siquiera sus contactos con la mafia podían salvarlo del avance de las nuevas tendencias musicales.

Pero, sobre todo, su matrimonio con Ava Gardner estaba en crisis. Ava, una de las mujeres más hermosas de su tiempo y una actriz en pleno ascenso, lo engañaba. Él también.

Gardner —la mujer a quien Perón, desde su exilio en Madrid, denunció por el escándalo de sus fiestas, cuando eran vecinos en El Viso, un barrio residencial de Chamartín— era el gran ícono de Hollywood

Frank Sinatra y su pareja, a actriz Ava Gardner (ap photo) Frank Sinatra y su pareja, a actriz Ava Gardner (ap photo)

Ava salía con toreros y protagonizaba películas cuyos títulos, en español, siempre deberían haberse traducido en femenino: Los asesinos, El gran pecador.

Ava, belleza asesina y pecadora, amante furtiva de la cantante Chavela Vargas, había destrozado el corazón de Frank.

Y Sinatra —con rumores de suicidio y llamadas desesperadas a Gardner en medio de la noche— decidió hacer un disco que él mismo y la crítica llamarían “las Ava songs”: canciones de ruptura, soledad y medianoche.

La propuesta era audaz en su simpleza: un álbum entero guiado por un solo concepto. Ya no una colección de canciones sueltas que habían vendido.

De la mano de su orquestador y arreglador Nelson Riddle, Sinatra se convierte en narrador de una historia que no está lejos de la suya, y que, en su vida privada, culminaría en el divorcio con Ava en menos de dos años.

Frank se convierte en curador —en el sentido de curar, pero también de seleccionar— de canciones que retratan exactamente cómo se sentía.

Frank Sinatra en la época del filme Frank Sinatra en la época del filme «Man with the golden arm», de 1955.

In the Wee Small Hours es un disco sobre la felicidad de estar triste. Cuerdas, vientos y el swing del piano de Bill Miller —pianista de Sinatra durante más de 50 años— acompañan a la perfección «la voz».

Antes de los Beatles y Pink Floyd

Así, mucho antes de que The Wall de Pink Floyd o Sgt. Pepper’s de los Beatles popularizaran el álbum conceptual —una obra unida por una sola idea—, Sinatra y Riddle ya lo habían logrado.

En más de un sentido, este fue el verdadero primer álbum de Sinatra. O, directamente, el primero de la música popular. Con su nuevo sello, Capitol —que años después recibiría a los Beatles en América— y el novedoso formato de 12 pulgadas, que permitía casi 50 minutos de música (25 por lado),

Sinatra entendió perfectamente las nuevas posibilidades frente a los vinilos de 10 pulgadas, limitados a 30 minutos.

Frank Sinatra, Frank Sinatra, «la voz» se reinventó con In the wee small hours.

Una selecta colección de canciones de Duke Ellington, Cole Porter y Rodgers y Hart. El American Songbook, nacido de una pujante industria musical, reunía temas que, tras estrenarse en Broadway, se convertían en patrimonio de la música popular estadounidense.

Sinatra, Elvis y Gardel: un solo corazón (roto)

Imaginar a los tres cantando juntos parece un sueño imposible. Pero al menos dos de ellos lo hicieron: Sinatra y Elvis compartieron una gran versión televisiva de «Witchcraft». Más allá de sus estilos, hay algo que los une de verdad: sabían cómo ponerle voz al dolor.

Elvis no componía, pero hizo la versión definitiva de una canción sobre un hotel para corazones rotos. Gardel lo logró en muchas, pero basta con «Sus ojos se cerraron». El dolor es tan profundo que incluso duda de las palabras: “Todo es mentira, mentira es el lamento: hoy está solo mi corazón.

Sinatra lo logró de una vez y para siempre con este álbum. Solo con leer los títulos de las canciones, ya se puede seguir una historia, un relato.

Algunos de las canciones, traducidas, son: «En las primeras horas de la madrugada», «Melancolía índigo», «¿No podemos ser amigos?», «Cuando tu amante se fue», «¿Qué es esta cosa llamada amor?», «Nunca volveré a ser el mismo». Y la más reveladora del alma del disco: «Feliz de estar triste».

El secreto de In the Wee small hours

Fue el propio George Martin, productor de los Beatles, quien explicó que en la grabación de «Twist and Shout» dejó que la voz de Lennon se «gastara» a propósito, logrando esa ronquera casi afónica que, como dijo el crítico Stephen Thomas Erlewine, se convirtió en «la toma única más famosa de la historia del rock».

Si Martin recurrió al estrés y la excitación de un primer disco, Sinatra hizo lo mismo, pero de una manera más íntima: utilizó lo personal para crear un narrador que, inspirado en su vida, relataba historias de soledad.

En In the wee… Sinatra se había fusionado con su arte, el personaje de las canciones hablaba a través de él. Y Nelson Riddle dijo en una entrevista que la pérdida de Ava Gardner le permitió a Sinatra interpretar estas canciones con tanta profundidad.

Canciones de soledad y de soltería. De malos recuerdos y alcohol. Un disco para trasnochados, con la atmósfera densa de “tantas altas horas de la madrugada”. Un álbum como un film-noir, con una femme fatale de fondo.

‘Habiendo vivido una vida de contradicciones emocionales violentas’, diría Frank en una entrevista, ‘tengo una capacidad sobreaguda para la tristeza así como para la euforia… cuando canto, creo en lo que canto'».

El legado de In the wee small hours

La tapa de In the wee… tiene un encanto bogartiano: cigarrillo en mamo, calle vacía, faroles azulados, sombras quietas. Es la noche y la soledad, hecha imagen. Años después, Tom Waits retomó esa atmósfera en The Heart of Saturday Night.

Waits lo definió en The Guardian como su disco favorito de todos los tiempos: “Lo ponías después de cenar y, para cuando sonaba la última canción, ya estabas donde querías estar”. Y en su autobiografía, el rey del blues B.B. King contó que se acostaba todas las noches escuchando In the Wee Small Hours.

La tapa de The heart of saturday night, de Tom Waits, inspirada por Frank Sinatra.La tapa de The heart of saturday night, de Tom Waits, inspirada por Frank Sinatra.

Y un hecho curioso: Sinatra ya había grabado «It Never Entered My Mind», pero decidió volver a hacerlo para este disco, después de escuchar la versión de Miles Davis con John Coltrane. Y a su vez, Miles —fan confeso de Sinatra— empezó a sumar más canciones de Frank a su repertorio.

Unos años después, Miles también grabaría su propio álbum conceptual y “nocturno”: Kind of Blue. Otra madrugada perfecta: musical y taciturna.

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